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La onda expansiva del coronavirus

El impacto del COVID-19 en la política, la economía, las relaciones internacionales y más allá 

Publicado: 2020-03-17

Como es obvio, la onda expansiva del COVID-19 está teniendo efectos bastante más allá del terreno sanitario. A continuación, una sucinta revisión del estado de la cuestión, respecto de algunos aspectos. 

1) Políticas internas de los países

Varios gobiernos han sido criticados por su gestión de la epidemia, empezando por el de China. Su carácter totalitario, acentuado en los últimos años, llevó a que se silenciaran las voces de alarma iniciales, lo que, a no dudarlo, ha incidido en las posibilidades de contener a tiempo el primer brote. A pesar de la represión y la censura, las expresiones de cólera de no pocos ciudadanos se han hecho sentir en las redes y durante visitas de autoridades a las zonas afectadas. Los intentos por imponer una “educación de agradecimiento” a Xi Jinping no parecen tener el éxito buscado, según reportan medios occidentales.

En Estados Unidos, Donald Trump también es objeto de ácidos reproches por sus denegaciones iniciales de la gravedad del problema y, en general, por su gestión de la crisis en general, considerada por muchos como caótica. La consecuencia más dolorosa para él del COVID-19, podría ser su derrota en las elecciones de noviembre próximo, sobre todo debido al impacto de la epidemia en la economía norteamericana que, hasta ahora, venía caminando muy bien, proporcionándole su mejor argumento de campaña.

Más allá, comienzan a postergarse comicios, como algunas primarias en Estados Unidos y municipales en el Reino Unido.

2) Economía mundial

Las bolsas de valores acumulan las sesiones catastróficas, con caídas no vistas desde la crisis de 2008, e incluso desde el crack de 1987. Ya parece inevitable que se produzca una recesión.

Más profundamente, podría iniciarse un movimiento de desglobalización, por ejemplo, con la reinstalación de fábricas en Europa y Estados Unidos, para reducir la dependencia de las cadenas de producción respecto de China en particular, haciendo pasar el criterio de los menores costos a un segundo plano, en beneficio de la búsqueda de una mayor seguridad de los aprovisionamientos.

3) Guerra del petróleo

Rusia ha decidido convertir la crisis del coronavirus en una oportunidad para fortalecer su negocio petrolero en el mediano plazo. Así, rechazó la propuesta de Arabia Saudita de reducir la producción para evitar una caída demasiado pronunciada de los precios internacionales como resultado de la reducción de la demanda mundial. Más allá de que, en lo inmediato, sus ingresos se vean afectados, su objetivo es provocar la quiebra de las empresas norteamericanas que producen el petróleo de esquisto, cuya extracción es más costosa que el que se encuentra en los yacimientos clásicos. Vladimir Putin espera así recuperar mercados para su país y, al mismo tiempo, golpear a Estados Unidos.

4) Relaciones internacionales

La posición de China en la arena internacional ha sufrido bastante, con el fuerte deterioro de su imagen y su rápido aislamiento diplomático, incluso respecto de países amigos como Rusia que no dudaron en prohibir tempranamente la entrada de chinos a su territorio. Ahora busca rehabilitarse, anunciando con bombos y platillos, no se sabe si prematuramente, la “victoria” sobre el virus; al mismo tiempo, lleva a cabo lo que algunos comentaristas denominan una “diplomacia de la mascarilla”, llevando ostensiblemente ayuda a otros países afectados por la pandemia, como Italia, y que incluye, precisamente, la provisión de mascarillas. En paralelo, está deslizando la idea de que, tal vez, el virus no tiene un origen chino, sino que podría haber sido fabricado por Estados Unidos.

Por su parte, Donald Trump no ha perdido la oportunidad de presentar otra vez a su país como una fortaleza asediada por incontables “enemigos” y, en particular, China y la Unión Europea, “culpables” de haber introducido en Estados Unidos un “virus extranjero”: una, por ser el origen de la pandemia, y, la otra, por no haber tomado las medidas adecuadas, en contraste con las adoptadas por él, claro está. Por esa vía, ha debilitado aún más las relaciones con los países europeos que, hasta nuevo aviso, siguen siendo aliados, no suyos, como es evidente, pero sí de Estados Unidos.

Mientras tanto, la Unión Europea enfrenta una nueva prueba de fuego para su cohesión y viabilidad, con los cierres de fronteras dentro del espacio Schengen, y, en general, la adopción de medidas por los países miembros con poca coordinación entre ellos y con Bruselas.

A caballo entre la política y la economía, otro efecto del COVID-19 es la revalorización del papel de Estado en la vida de los países.

En materia ambiental, se observa una reducción de la emisión de gases de efecto invernadero en China por la caída de la producción, y, ciertamente, la anulación masiva de los vuelos a nivel mundial, tendrá una incidencia en el mismo sentido, pero ello constituye solo un modesto respiro temporal para el planeta.

Más allá, sociólogos y filósofos discuten sobre la posibilidad de que se produzcan modificaciones profundas en las costumbres humanas y en el funcionamiento de las sociedades.

En todo caso, la situación evoluciona día a día y es difícil predecir las dimensiones de las secuelas del coronavirus en todos los aspectos.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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