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¿Gandhi otra vez asesinado?

En la India,  el gobierno de Narendra Modi alienta la discriminación por motivos religiosos.  

Publicado: 2020-02-21

India es un país que despierta la admiración universal, entre otros aspectos, por su sistema democrático, instaurado desde su independencia en 1947, lo que la convirtió en una feliz excepción durante muchas décadas en el continente asiático. Es un hecho aún más notable teniendo en cuenta su extrema diversidad, en particular en términos étnicos, culturales, lingüísticos y religiosos. Su Constitución, precisamente, establece la no discriminación entre los habitantes en función de sus creencias. Así lo quisieron los padres fundadores, entre los cuales, Nehru y, por supuesto, el Mahatma Gandhi.  

Lamentablemente, en estos momentos, ese gran logro está en grave riesgo, por obra y gracia del gobierno del primer ministro Narendra Modi, líder del Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party).

Elegido por primera vez en 2014, recibió un nuevo mandato en mayo del año pasado, tras el triunfo aplastante alcanzado por su agrupación en los últimos comicios legislativos. Su agenda está marcada por un ultranacionalismo que pretende reafirmar la identidad hindú del país, marginando a las minorías religiosas, en particular, a los musulmanes que componen el 14% de la población, sumando alrededor de 200 millones de personas.

Modi, como otros miembros de su partido, proviene de la organización extremista Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), a la que pertenecía el asesino de Gandhi, Nathuram Godse. Cuando estuvo a la cabeza del Estado de Gujarat, fue considerado responsable, por lo menos por omisión, de la muerte, en 2002, de alrededor de 2,000 musulmanes a manos de turbas y grupos descontrolados, aunque fue exonerado por los tribunales. Debido a ese episodio, Estados Unidos le retiró la visa durante varios años, reponiéndosela solo recientemente.

En agosto del año pasado, Modi revocó la autonomía de la región de Cachemira, habitada fundamentalmente por musulmanes, militarizándola y aislándola del resto del mundo, ordenando además numerosos arrestos.

Se ha añadido, en diciembre pasado, la adopción de una ley que permite otorgar la nacionalidad a inmigrantes provenientes de Pakistán, Bangladesh y Afganistán, excluyendo no obstante de ese beneficio a quienes profesan la fe de Mahoma. En paralelo, se han lanzado procesos de inscripción de ciudadanos y los habitantes del país, lo que muchos ven como una maniobra para retirar la nacionalidad a los hijos del islam. Las protestas no se han hecho esperar, sorprendiendo por sus grandes dimensiones, pero, hasta ahora, el gobierno no da su brazo a torcer.

Al mismo tiempo, y, paradójicamente, el 150 aniversario del nacimiento de Gandhi ha dado lugar a una serie de homenajes oficiales, aunque, eso sí, silenciando esa parte medular de su práctica y de su pensamiento, constituida por la no-violencia y la no-discriminación. También simultáneamente, crece el culto a su asesino que, recordémoslo, actuó en venganza por la tolerancia a los musulmanes. Así, los ultranacionalistas hindúes levantan estatuas en su honor y le dedican templos.

En general, el gobierno de Narendra Modi está dando muestras de un talante autoritario, lo que ha llevado incluso al Parlamento Europeo a debatir de una moción expresando su preocupación.

A no dudarlo, el Mahatma expresaría también su inquietud.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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