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La ilegalidad recompensada

El pretendido "Plan de paz para el Medio Oriente" de Trump premia la opresión de los palestinos

Publicado: 2020-01-31

El pretendido “Plan de paz para el Medio Oriente” del actual ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump, valida el robo de tierras y la opresión ad infinitum de un pueblo, el palestino, por un país, Israel, que, bajo el pretexto del imperativo de su seguridad, abusa de su inmenso poder. Es decir, Estados Unidos, a través de su presidente, se sienta en el derecho internacional.  

Claro está, la violación de las normas elaboradas tras la Segunda Guerra Mundial con vistas a construir un mundo civilizado tras los horrores pasados, no es una novedad, pero es particularmente grave cuando es perpetrada abiertamente y sin tapujos, como actualmente, por los supuestos principales garantes de esas reglas, como son los norteamericanos.

Los escrúpulos, la vergüenza, o, por lo menos, el interés por guardar las apariencias por parte de las potencias, son el último dique de protección de los débiles. Cada vez que se reducen, se abre un poco más las puertas a la barbarie.

Y es que la lista de abusos perpetrados por los israelíes contra los palestinos, es muy larga, empezando por la apropiación ilícita de tierras en Cisjordania para edificar urbanizaciones solo para judíos, lo que va aparejado de la construcción de autopistas de uso exclusivo, también para los colonizadores. Peor aún, en las zonas aledañas se implementan, por razones de seguridad, áreas prohibidas para los palestinos y/o múltiples puestos de control en los que los soldados israelíes, pueden, en cada una de ellos, negar la autorización de paso, o hacer esperar horas a los que buscan desplazarse. De esta manera, si, en una urbe como Lima, se tiene que calcular un tiempo prudencial para desplazarse de un lugar a otro debido al caos en el tráfico, allá el factor a considerar son esos puestos, con el añadido del sentimiento de humillación que generan en cada ocasión. Es decir, los palestinos ven su libertad de circulación en su propio territorio seriamente afectada, lo que termina convirtiendo, a sus pueblos y ciudades, en la práctica, en guetos, en mayor o menor medida, según los casos.

El plan del señor Trump implica mantener esa realidad, entre otros desaciertos, pues la parte de Cisjordania que se les dejaría a los palestinos constituye un territorio interrumpido en varios puntos por las urbanizaciones mencionadas que, ya formalmente, pasarían a ser parte de Israel.

Lamentablemente, en estos momentos, la comunidad internacional, si bien, en general, no apoya la iniciativa trumpiana, no ha reaccionado con el vigor de otros tiempos, empezando por los países árabes, más preocupados por Irán, y que, por lo tanto, ven a Israel como un aliado, aunque sea informal, contra ese enemigo. Los europeos tampoco se muestran muy firmes.

En otras palabras, los palestinos no tienen mucho apoyo externo. Agravan su situación, sus propias divisiones internas y los cálculos politiqueros de sus líderes, empezando por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, aparentemente más interesados en mantener sus respectivas cuotas de poder.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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