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Ojo con Libia

¿Será Libia una nueva Siria?

Publicado: 2020-01-13

Como Siria, Libia está inmersa en una guerra civil que empezó también en 2011, con la revuelta contra el dictador Muamar Gadafi, finalmente asesinado en octubre de ese año, y que ha dado lugar a la intervención de diversos países.  

En estos momentos, los dos contendientes principales son, por un lado, el denominado “Gobierno de Acuerdo Nacional”, reconocido por la ONU y liderado por el primer ministro Fayez Sarraj, y, por el otro, el general Jalifa Haftar, a la cabeza del llamado “Ejército Nacional de Libia” (LNA, por sus siglas en inglés). El primero controla el oeste del país y la capital Trípoli, y, el segundo, el este, con Bengasi como su cuartel general. No obstante, hay una multitud de milicias que apoyan a uno u otro bando, pero que tienen su propio juego y que pueden cambiar de alianzas según las circunstancias. También hay grupos extremistas musulmanes, entre los cuales, el Estado Islámico.

Al momento de escribir estas líneas, acaba de entrar en vigor un cese del fuego que ha detenido la ofensiva lanzada por Haftar para tomar Trípoli. Habrá que ver si se mantiene de manera duradera.

El oficial rebelde cuenta con el respaldo de Rusia, a través de la empresa de mercenarios Wagner, ligada al Kremlin, así como de países árabes como Egipto y Emiratos Árabes Unidos, en particular.

Sarraj, en posición cada vez más frágil, se ha visto obligado a recurrir al apoyo de Turquía, cuyo presidente Recep T. Erdogan, embebido de sueños de grandeza, aspira a reconstituir de alguna manera el imperio Otomano del que, precisamente, Libia fue parte hasta 1912. La semana pasada el mandamás de Ankara hizo adoptar una norma por el Parlamento de su país que le permite enviar tropas a Libia, aunque, según varios informes, ya habría trasladado al frente, desde hace varias semanas, a centenares de milicianos sirios a sus órdenes.

El cese de fuego ha sido alcanzado a instancias de Rusia y Turquía, que, así, ponen nuevamente en escena su curiosa relación, mezcla de rivalidad y complicidad, iniciada en el escenario sirio, y que les permite posicionarse como potencias decisivas en la región. Si para la primera están en juego, no solo la reconstitución de su capacidad de influencia de la época soviética, sino, también, la posibilidad de reactivar una serie de contratos firmados con Libia en la época de Gadafi, para la segunda, además de las aspiraciones neo otomanas, está de por medio la explotación de reservas de gas y petróleo en el mar Mediterráneo. En noviembre el año pasado, los gobiernos de Erdogan y Sarraj firmaron un acuerdo de fronteras marítimas, por el cual Turquía se atribuye derechos económicos, pasando por encima de Grecia, Chipre y Egipto; estos, junto con la Unión Europea, han catalogado el pacto como una violación de las normas internacionales sobre el mar. Israel también se ha visto afectado, aunque, por ahora, su reacción es menos ruidosa.

Ante el protagonismo de rusos y turcos, los países occidentales han perdido influencia. Así, Estados Unidos, apegado, en este caso, al neo aislacionismo propugnado por Donald Trump, se mantiene distante. Francia tiene un juego ambiguo, aunque su preferencia, en la práctica, va hacia Haftar. Italia, antigua potencia colonial en Libia entre 1912 y 1945, y con una fuerte presencia todavía en el país, en particular en el sector petrolero, optó inicialmente por Sarraj, pero, últimamente, tiene una posición intermedia, buscando preservar sus intereses cualquiera sea el escenario que, al final, se imponga.

Las preocupaciones comunes de los europeos son los efectos de la crisis libia en la migración hacia el Viejo Continente y la expansión de los movimientos terroristas con efectos desestabilizadores en los países vecinos. Es por ese motivo que Alemania, involucrada en la lucha contra los islamistas en el Sahel, ha llamado a una cumbre en Berlín con todos los actores para fines de este mes, bajo el auspicio de la ONU, recibiendo el respaldo de Rusia para ese fin.

Las conversaciones para la paz en Siria nunca llegaron a buen puerto. Esperemos que no se repita la historia en el caso de Libia.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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