¿Qué significa “Yo soy Charlie”?
¿Caricaturizar a Mahoma se convertirá en un acto de resistencia?
Francia se movilizó de manera impresionante el domingo pasado para rechazar el terrorismo y proclamar su apego a la libertad de expresión. Gobernantes y ciudadanos de diversas partes del mundo se unieron a ella bajo el lema “Yo soy Charlie”.
Ahora viene la difícil tarea de hacer frente al nuevo contexto que han generado los atentados de la semana pasada. No sólo en términos de medidas de seguridad y de combate a los radicales, sino también respecto de las consecuencias socio-políticas de lo sucedido y, especialmente, en lo que se refiere a los sentimientos y las aprensiones de los musulmanes que viven en los diferentes países del Viejo Continente.
Que, como es lógico, no se estigmatice al conjunto de los que profesan la fe del Islam por las acciones de unos cuantos asesinos y que varios responsables de mezquitas y otros líderes islámicos hayan condenado los crímenes, no elimina la realidad de la indignación de gran parte de los musulmanes ante las caricaturas de Mahoma publicadas en Charlie Hebdo. Ello se ha traducido, por ejemplo, en la negativa de escolares de guardar un minuto de silencio en homenaje a los periodistas fallecidos.
En ese marco, cabe preguntarse si las reiteradas y emotivas proclamas “Yo soy Charlie” se traducirán en una avalancha de dibujos similares. ¿Gritarán los caricaturistas: “¡A por Mahoma!?”. Mario Vargas Llosa ha dicho que si él fuera director de un periódico, ordenaría reproducir las portadas de la revista francesa consideradas ofensivas, como la manera más lógica y desafiante de responder a los asesinatos. De ello, puede colegirse que, de ser dibujante en un medio, no se privaría de retratar al profeta. Sin embargo, tal posición parece estar muy lejos de ser mayoritaria, por lo menos hasta ahora y es muy posible que así se mantenga. No hay que olvidar que la irreverencia militante de la revista francesa frente a las religiones ha sido objeto de críticas provenientes de muchos sectores; importantes diarios como el Washington Post y del New York Times, por ejemplo, han expresado su desacuerdo. Por otro lado, está claro que el miedo diluye los impulsos heroicos. A ello se añade, también, un sentido de prudencia frente a la posibilidad de exacerbar las tensiones ya existentes y que podrían favorecer al extremismo islámico. Que todo esto pueda verse como una concesión al terror no cambiará probablemente la tónica.
Es decir, los lápices exhibidos en las manifestaciones y en las redes han expresado, sí, la solidaridad con los periodistas asesinados y el apego al derecho a la libre expresión, pero, ciertamente, no la intención de aventurarse por la senda de Charlie Hebdo, ni siquiera como desafío.