¿Ya ganó Rusia en Siria?
Los últimos avances de las tropas de Bashar El Assad, apoyadas por Irán, milicias chiitas de diverso origen, y, en particular, por la aviación rusa, alrededor de Alepo, la gran ciudad ubicada al norte de Siria, parecen indicar que Putin está cerca de ganar su apuesta, cuando decidió intervenir en la guerra, en septiembre del año pasado. El objetivo del mandamás de Moscú era y es mantener en el poder al régimen de Damasco. Para ello, dirigió sus ataques aéreos fundamentalmente contra las diversas fuerzas que, desde 2011, se fueron alzando en armas contra Assad, arrebatándole el control de gran parte del territorio nacional. Al denominado Estado Islámico, en cambio, lo combate de manera residual.
Diversos analistas concuerdan en que la recuperación, por la coalición gubernamental, de la parte oriental de Alepo, controlada desde hace más de 3 años por los rebeldes, constituiría un punto de inflexión en el conflicto. Con el inminente corte total de las rutas de aprovisionamiento en armas y alimentos desde Turquía para las fuerzas anti-Assad, la suerte parece echada para estos últimos en esa zona, aún cuando no se rindan tan fácilmente y luchen hasta el final.
En otras partes del país, las tropas gubernamentales, con el apoyo decisivo de los aviones de Moscú, también avanzan.
Ante ello, Estados Unidos, más allá de sus recriminaciones públicas al Kremlin por lanzar su ofensiva justo cuando se iniciaba un nuevo intento de negociación para poner fin a la guerra, parece resignado. De todos modos, antes que en el carnicero de Damasco, su atención y sus esfuerzos bélicos están centrados en el Estado Islámico. La apuesta de la Casa Blanca sería, que, tras terminar su trabajo de consolidación del régimen de Assad, Putin la emprenda también en serio contra los fanáticos comandados por Al Baghdadi.
En cambio, Turquía y Arabia Saudita sí aparecen como grandes derrotadas en tal escenario. Para Riyad, en particular, significaría la inaceptable victoria de su enemigo mortal, Irán.
Sin embargo, los principales perdedores son, una vez más, los civiles, que siguen muriendo en masa o se ven obligados a huir, agravando aún más, la tragedia de los refugiados, cuyos efectos desestabilizadores, como se sabe, se dan, no sólo en los países vecinos, sino también centenares de kilómetros más allá, en Europa.