#ElPerúQueQueremos

Macron en la cristalería

El choque entre la libertad de expresión y la sensibilidad de los creyentes musulmanes

Publicado: 2020-11-01

El presidente francés Emmanuel Macron organizó una ceremonia de homenaje nacional a Samuel Paty, el profesor de historia bárbaramente asesinado por un extremista islámico, tras haber mostrado a sus alumnos de un colegio de los suburbios de París, una de las caricaturas de Mahoma publicadas por la revista Charlie Hebdo.   

Durante el acto, el mandatario dijo con firmeza que Francia no renunciaría a las caricaturas.

Esas cuantas palabras desataron una ola de reacciones indignadas en el mundo musulmán que había condenado el crimen y se había mostrado solidario con el país europeo, pero que rechaza por insultantes los dibujos del medio satírico. Así, en países como Kuwait, Pakistán y Bangladesh, entre muchos otros, vienen produciéndose manifestaciones antifrancesas y de rechazo a Macron, combinadas con llamados al boicot de productos galos.

Ciertamente, el movimiento no alcanza todavía dimensiones masivas, pero no dejan de ser preocupantes, empezando por sus posibles consecuencias en materia de política exterior.

Francia tiene en estos momentos una relación tormentosa con Turquía en relación con diversos temas: la situación en Libia, las pretensiones de Ankara en el mar Mediterráneo y la guerra del Nagorno-Karabaj. El presidente Recep Tayyip Erdogan, poseído por sus sueños neo otomanos, ha aprovechado la ocasión para llevar agua a su molino y lanzar nuevos dardos contra su colega del Eliseo. Al mismo tiempo, en el Líbano, las capacidades de influencia de Paris podrían verse menguadas.

En el plano interno, no solo el diálogo con las organizaciones musulmanas se ve dificultado, sino que puede producirse una nueva ola de ataques, como parece indicar el acuchillamiento mortal de tres personas en la basílica Notre-Dame de Niza por un joven inmigrante tunecino

Ciertamente, las tensiones entre el Estado francés y el islam son antiguas. Así, en la década de 1980, estalló el conflicto por el uso del velo islámico por adolescentes musulmanas en los colegios, y que derivó en una ley de 2004 que estableció su prohibición, así como el de signos de los credos judío y cristiano.

Sin duda, se está ante un choque cultural. La democracia francesa se distingue de otras por haber sido construida en buena parte, por oposición, no solo a las pulsiones monárquicas bastante persistentes en varios sectores de la población hasta por lo menos fines del siglo XIX, sino, también, al poder de la religión, encarnado, en su momento, por la Iglesia católica. Es por ello que la libertad de expresión es entendida con frecuencia, casi como un punto de honor, como el derecho a la irreverencia, e, incluso, a la blasfemia. Ello es algo que, en los países democráticos anglosajones en particular, no se entiende, como, por cierto, tampoco el principio de la laicidad, percibido como una suerte de cruzada anti religiosa permanente.

El problema para el Estado francés, es que, para combatir el extremismo islámico, requiere del apoyo activo de la inmensa mayoría de creyentes musulmanes, en su territorio y en el mundo, que rechazan la violencia. ¿Como lograrlo, si, a la vez, se hiere su sensibilidad?

De alguna manera, el presidente Macron tiene que resolver esa cuadratura del círculo.

Acaba de dar una entrevista a la cadena televisiva qatarí, Al Jazeera, durante la cual dijo que entendía que las caricaturas de Mahoma pudieran chocar, aunque ello, obviamente, de ningún modo justifique el terrorismo. Es un inicio. Le deseamos suerte.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


Publicado en