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Piñera debería llamar a Macron

Publicado: 2019-10-20

Ciertamente, hay muchas diferencias entre lo vivido por Francia en los momentos más álgidos del movimiento de los “chalecos amarillos” y los actuales sucesos en Chile, empezando por el mero hecho de que las realidades de un país del hemisferio norte y de otro del hemisferio sur, son, en general, distintas.  

Sin embargo, también hay similitudes.

Una de ellas, es que se trata de protestas cuyo detonante ha sido una medida relacionada con la movilidad y el transporte de las personas. En el caso de Francia, fue la instauración de un impuesto sobre los combustibles más contaminantes, y, en el de nuestro vecino, el aumento del precio del servicio de metro en Santiago. El trasfondo, en ambas situaciones, es un malestar acumulado sobre todo en los sectores de clase media-baja, y que, por lo visto, solo esperaba una chispa para estallar. Ello, en gran medida en relación con el acceso a servicios y prestaciones, como el transporte en las zonas periféricas en Francia; la educación y las pensiones de los jubilados en Chile, entre otros aspectos que impactan fuertemente en el nivel de vida. El telón de fondo más general es el del incremento de la desigualdad, que, por cierto, constituye un fenómeno mundial.

En los dos países, las protestas estallaron al margen de la acción de los partidos políticos, más allá de los intentos de instrumentalización que se dan en estos casos, incluyendo la de grupos violentos.

El mandatario galo Emmanuel Macron, como Sebastián Piñera ahora, vio su presidencia en serio riesgo hace alrededor de un año. Para superar el difícil trance, no solo derogó la norma que incendió la pradera y dictó medidas sociales, sino que además sacó de la manga otra carta: la organización de un “gran diálogo nacional” con todos los sectores de la sociedad, de manera presencial en diversos lugares y a través de las redes, para tratar los temas que preocupan a los franceses y proponer soluciones. Es decir, el mandatario, dejando de lado su actitud habitual que muchos tildan de arrogante, optó por la humildad, reconociendo que había motivos legítimos para la protesta, sin, por ello, dejar de condenar la violencia de determinados grupos que, como en Chile, atacaron la propiedad pública y privada. De esa manera, logró calmar las aguas y, ahora, el inquilino del Eliseo se encuentra en una posición más sólida. Ciertamente, no todo está resuelto. Macron lo sabe y está inquieto por ello, al punto de proponer un presupuesto para el próximo año que contempla seguir atendiendo diversas demandas, aunque ello implique no ceñirse estrictamente a su objetivo paralelo de disciplina fiscal.

Tal vez Piñera debería hacer una llamada de larga distancia, y hablar con su par galo para pedirle algunos consejos que, eventualmente, pueda aplicar en Chile.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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