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¿El régimen fujimontesinista de regreso?

Publicado: 2018-01-06

Sin duda, ver a Alberto Fujimori libre gracias al indulto político que le concedió el presidente Kuczynski, trae de regreso imágenes oprobiosas de la década de 1990 que enervan a los que participamos en las protestas que se daban en ese entonces en contra de los abusos y la corrupción del régimen autoritario. También, por cierto, a numerosos jóvenes actuales, como hemos podido constatar a través de las manifestaciones callejeras recientes.   

No obstante, de ahí a decir que hemos vuelto a esa época, y que estamos ad portas de que se instale un gobierno similar al de esos años, hay un trecho que no es razonable recorrer.

Para empezar, el socio de Fujimori y arquitecto del andamiaje de poder que sostenía la satrapía, Vladimiro Montesinos, está preso. Es altamente improbable que un tinglado como el que montó y que tenía como componente esencial a la alta jerarquía corrupta de las fuerzas armadas y a los servicios de inteligencia, pueda ser reconstruido en las actuales circunstancias.

En segundo lugar, el fujimorismo no es un partido organizado con una ideología, y un proyecto nacional. Es, ahora, ante todo, una marca bajo la cual se ha cobijado Keiko Fujimori, sacando provecho de su apellido, para obtener el voto de alrededor de un tercio de la población que guarda un buen recuerdo o mira con buenos ojos el gobierno de su padre, por los aspectos positivos que, al lado de lo censurable, indudablemente también tuvo.

Más allá, como todo indica, la dos veces candidata presidencial no guarda una veneración particular por su progenitor, sino todo lo contrario, al punto de haber maniobrado en contra del indulto; su séquito, compuesto mayoritariamente de congresistas que no son militantes sino meros invitados de Fuerza Popular, tampoco, en gran parte. Menos aún aquellos, como Luis Galarreta, Lourdes Alcorta o Karina Beteta que, hasta hace muy poco, estaban en la orilla opuesta.

Se está ante todo ante un grupo de pragmáticos y/o oportunistas, varios de ellos con actitudes prepotentes y abusivas, a imagen de su líder, sí, pero que bien podrían pertenecer a otras tiendas políticas. Recordemos que varias de sus iniciativas legislativas, de corte populista, no calzan con el talante liberal o ultra liberal, como se prefiera, que imperó durante los años 90.

Es decir, más allá del efecto revulsivo para muchos del apellido Fujimori, es difícil decir que exista realmente un fujimorismo como una corriente coherente. La indignación que despierta en un amplio sector el hecho de que Pedro Pablo Kuczynski haya atado su incierto destino a ese apellido, tiene un sustento más lógico en lo simbólico y en la visión de país, que en la discutible realidad del retorno de la misma fuerza del pasado a punto de repetir el plato.

Lo que hay es un keikismo con una agenda inspirada en buena parte en el resentimiento por la ajustada derrota en los últimos comicios y en los cálculos para el 2021, además, por cierto, de la ansiedad por no ser alcanzado por el escándalo Lava Jato, lo que explicaría, como muchos pensamos, la ofensiva contra el Fiscal de la Nación.

Al lado, hay un albertismo que, más allá del indulto ya obtenido, aparece centrado sobre todo en la reivindicación de su legado y en la pugna con la hija pródiga.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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