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Israel, Trump y los subhumanos

Publicado: 2017-12-08

¿Qué es una “zona estéril”? Según el diccionario de las autoridades israelíes, es una zona palestina, como la ciudad de Hebrón, en la que los palestinos no pueden circular del todo o no libremente. El término es muy significativo pues, por lo menos en su acepción en castellano y en inglés, remite, por un lado a la idea de la imposibilidad de reproducción humana, y, por el otro, a la ausencia de bacterias y parásitos. ¿Por qué existe tal zona en Hebrón? Porque en medio hay una colonia judía. Así, hay calles totalmente prohibidas a los peatones palestinos y/o vehículos conducidos por palestinos. Los que viven por ahí tienen que salir de sus casas por atrás o subiendo por los techos y luego bajar a una calle no totalmente prohibida. Otros tienen que enfrentar controles militares incluso cuando salen a sacar la basura. Según cuenta la reconocida periodista israelí Amira Hass, en un artículo publicado el 19 de abril de este año en el diario Haaretz, en una gran parte de la principal avenida del área antigua de la ciudad, la ONU ha contabilizado 18 puestos de control permanentes y 14 intermitentes que implican tiempo perdido y humillaciones para los palestinos, además de 70 barreras infranqueables, tales como muros de concreto, portones cerrados, bloques de concreto, etc. Además, los residentes no pueden recibir la visita de familiares venidos de otras ciudades. Varios testimonios de judíos indignados corroboran esta descripción.  

En el resto de la Cisjordania ocupada se dan situaciones semejantes que hacen que los palestinos estén cada vez más encajonados en zonas que se reducen por el robo de sus tierras por el Estado israelí para fines militares y para la construcción de barrios exclusivos para judíos. Se les empuja a ir a vivir a otro lado, negándoles licencias para construir viviendas y permisos de residencia para sus cónyuges extranjeros. Es decir, se viene llevando a cabo una depuración étnica. Un editorial de Haaretz denunció a ese respecto que Israel se comportaba como una organización mafiosa.

En Jerusalén Este, anexada en violación del derecho internacional, también se instalan barreras y se destruye casas de palestinos bajo el pretexto de que han sido construidas ilegalmente. Al mismo tiempo, en los alrededores se construyen urbanizaciones para judíos que van cercando la parte palestina.

El anuncio hecho por Donald Trump de reconocer unilateralmente a Jerusalén como la capital del Estado hebreo, sin que haya mediado un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, constituye un nuevo baldón para estos últimos. Las protestas no se han hecho esperar en las calles de Cisjordania y Gaza, dando lugar a episodios de violencia. También vienen dándose manifestaciones en varios países árabes y mayoritariamente musulmanes. Vale también destacar diversas voces críticas en Israel y también entre los judíos de Estados Unidos que siguen apoyando mayoritariamente la solución de los dos Estados.

No obstante, está por verse hasta dónde llegan las expresiones de rechazo entre los gobernantes de los países musulmanes. La impresión de varios analistas es que los palestinos se encuentran muy solos en este nuevo trance. Arabia Saudita, por ejemplo, está centrada sobre todo en su enfrentamiento con Irán, y se ha acercado a Israel para combatir a ese enemigo común. Incluso, según diversas informaciones, habría propuesto secretamente un “acuerdo de paz” que contentaría básicamente al Estado hebreo. Los países europeos, sin duda, han hecho saber su oposición, pero no está muy claro que puedan pesar mucho en el curso de los acontecimientos. Hasta ahora no han aplicado sanciones a Israel por su continua violación del derecho internacional.

Tiene que quedar muy en claro que nos encontramos no solo frente a un problema de desconocimiento de resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sino también de discriminación étnica y deshumanización de todo un pueblo, al que se le humilla constantemente, se le despoja de sus tierras y se le hace la vida cotidiana muy difícil. Ya son muchas las voces de alarma en la propia Israel que evocan la Sudáfrica del Apartheid como referente en este caso, y, más aún, cuando el plan del gobierno de Netanyahu y de sus aliados, es, a todas luces, el de permitir en Cisjordania, no la creación de un Estado Palestino, sino de enclaves semiautónomos, desconectados geográficamente unos de otros, a la manera de los “batustanes” concebidos por la Sudáfrica racista. Se puede prever que la posibilidad de sus habitantes de desplazarse de una a otra de esas zonas estará sujeta a permisos y controles como los que existen actualmente. A ello hay que añadir el crecimiento demográfico que hará que la población en esas zonas esté cada vez más apretujada como en Gaza.

Es decir, las perspectivas para los palestinos, ya privados de derechos elementales de todo ser humano, se presentan, a falta de apoyo de la comunidad internacional más allá de la retórica, como muy poco esperanzadoras. La legítima preocupación de los israelíes por la seguridad no puede justificar en modo alguno la deshumanización de sus vecinos.

Donald Trump, actor clave en esta tragedia indignante, sostiene que, no obstante su decisión sobre Jerusalén, sigue empeñado en encontrar una solución de paz. Difícil creerle, salvo que ocurra un milagro.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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