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El Mesías

Publicado: 2017-01-23

Al declarar que, con su ascensión al cargo de presidente de Estados Unidos, se inicia una nueva era que rompe con la historia política de ese país, por lo menos, de la de muchas décadas atrás, Donald Trump se ha auto proclamado en buena cuenta como un nuevo Mesías.  

Su prédica no gira especialmente en torno al concepto del amor al prójimo, sino, que, por el contrario, consiste, en gran parte, en designarle enemigos a la multitud: la clase política, la prensa, Méjico, los inmigrantes, las empresas que trasladan su producción fuera de Estados Unidos, los musulmanes, por el solo hecho de ser musulmanes, y la Unión Europea, en tanto que organismo de integración supranacional, entre otros. Es decir, en buena medida, el Mesías Trump es el Profeta del “Anti”.

Tiene otra característica particular: no es universal. La Buena Nueva que trae concierne a Estados Unidos, y, más exactamente, solo a un sector de la sociedad norteamericana.

Valgan verdades, los Mesías no escasean en la política, como, por lo demás, en otras esferas de la actividad humana. El problema se presenta cuando acceden a la más alta instancia gubernamental, y, más aún, cuando ello ocurre en el país más poderoso del planeta.

Pues bien, ese escenario de pesadilla se ha hecho realidad. Ya estamos asistiendo a las primeras manifestaciones, empezando precisamente por el alucinante discurso de entronización, que, aunque haya coincidido con lo dicho durante la campaña electoral, de todos modos ha generado consternación. A ello se suma el pico a pico con la prensa, que también viene de atrás, y, que, por cierto, es un rasgo compartido con otros Mesías más cercanos a nosotros, como Rafael Correa o Hugo Chávez; lo peor es que en numerosas ocasiones se da por cuestiones que nada tienen que ver con los asuntos de Estado, como la cantidad de público que asistió al “Inauguration Day”. Que el portavoz de Trump haya dedicado varios minutos a ese tema, es grotesco, además de indignante por la falta de veracidad de sus dichos a la luz de las fotos que han circulado.

Es sobretodo inquietante para la democracia norteamericana, pues hace vislumbrar que esa actitud agresiva es la que marcará los próximos cuatro años y que, en consecuencia, el nuevo mandatario gobernará en gran parte, como lo hicieron sus pares latinoamericanos arriba mencionados, “en contra de”, tanto o más que a “favor de”. Ello, entendiéndose que el discurso forma parte muy importante de la acción de gobernar, y, que, más preocupante aún, porque puede constituir el anuncio de medidas de presión y retorsión, contrarias a la democracia, como juicios por difamación millonarios al estilo de Rafael Correa o convenientes fiscalizaciones de oficinas públicas como la administración tributaria, a periodistas y medios críticos.

Es verdad que Estados Unidos tiene una solidez institucional que permite abrigar la esperanza de que, a la par de frenarse las políticas más insensatas para ese país y para el mundo, anunciadas durante la campaña, se pueda preservar la democracia norteamericana. En otras palabras, es el momento de la camisa de fuerza, hablando de manera figurada, claro, aunque, quién sabe, tal vez también en sentido literal.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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