¿El fin del castrismo?
Fidel Castro ya no gobernaba, pero su existencia era un sostén para el castrismo por su fuerza simbólica. Con él, tal vez se ha ido también un dique de contención para una mayor liberalización económica y, quién sabe, para la democratización en Cuba. Sin el líder carismático y figura casi sagrada, el régimen pierde en “legitimidad”, no en términos de democracia, obviamente, porque no la tiene, sino de lo que podría llamarse “lealtad revolucionaria”.
Muchos piensan que se consolidará un escenario chino o vietnamita en Cuba, es decir, una combinación de reforma económica con persistencia de la dictadura. Sin embargo, se trata de realidades distintas, por cuestiones geográficas y culturales, además del hecho de que Cuba no sea una potencia como China que puede permitirse ignorar las presiones democratizadoras de Occidente.
Los intercambios económicos iniciados con Estados Unidos tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, con todo lo que ello significa en términos de contactos personales y de influencia cultural, también juegan en contra del escenario mencionado. Es verdad que el futuro inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, ha amenazado con poner un término al acercamiento de su país con la isla, pero parece difícil que pueda dar marcha atrás en medidas como el inicio de vuelos directos, o la instalación de negocios norteamericanos.
No obstante, no se puede subestimar tampoco la voluntad de los sectores más conservadores del régimen de mantener el poder absoluto, entre los que se encuentran los jefes militares que manejan varios sectores de la economía. Podrían encontrar un aliado, ya no en Venezuela, que está quebrada, sino en el presidente ruso Vladimir Putin que, por estos días, busca reabrir algunas de las bases que tenía la extinta Unión Soviética en el mundo. Ya ha obtenido que Vietnam le dé facilidades portuarias, y, según informaciones publicadas en diversos diarios, tendría también puesta la mirada en Cuba, recreando así en parte el escenario de la Guerra Fría. Para ese cometido, al amo del Kremlin le conviene más un régimen autoritario que no cultive relaciones demasiado cálidas con Estados Unidos que uno democrático.
En todo caso, el panorama se presenta abierto. A veces la historia se acelera. Veremos si eso ocurre en Cuba.