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Lecciones políticas bolivianas

Publicado: 2016-08-30

De los trágicos sucesos en torno al conflicto entre el gobierno de Evo Morales y las cooperativas mineras y que incluyeron el asesinato de un vice ministro, se puede extraer una lección bastante obvia: asumen un gran riesgo los políticos que, en sus afanes por llegar al poder o por consolidarse en él, establecen alianzas con diversos sectores, prometiéndoles satisfacer sus demandas a cambio de apoyo en sus campañas electorales.  

Si los compromisos fueran razonables, es decir que respondieran a situaciones de injusticia o de abandono e ineficiencia estatales, no habría mucho problema, pero, con frecuencia, van más allá, y apuntan a conceder privilegios y/o premiar conductas ilegales, colisionando con las aspiraciones de otros grupos, y, en general, pasando por encima del interés nacional. Si esos sectores tienen capacidad de movilización, como los cooperativistas mineros y son propensos a la violencia, las posibilidades de graves conflictos se acrecientan notablemente.

En buena medida, el régimen de Morales descansa sobre ese tipo de alianzas, lo que constituye a la vez su fortaleza y su debilidad. Lo primero, como es obvio, por el respaldo político obtenido. Lo segundo, porque la autoridad del Estado se ve seriamente mellada. Con gran frecuencia, bastante más que acá, se dan en el vecino país, movilizaciones, no solo contra el gobierno central, sino también a nivel regional y municipal, buscando imponer agendas egoístas y o de tipo corporativo. Es como si cada sector se viera a sí mismo, no como un grupo que tiene el legítimo derecho de hacerse escuchar, sino como cogobernante del país o de una localidad, con el mismo rango de quienes han sido elegidos.

Al caso de los cooperativistas mineros se suman otros, como el de la Central Obrera Boliviana, que, recientemente, se movilizó contra el cierre de una empresa textil estatal cuya desastrosa situación hacía imposible que pudiera continuar funcionando.

Una lección anexa es, naturalmente, que a más intervencionismo estatal, clientelismo y repartición de prebendas, lo que es muy distinto de un Estado fuerte, mayor turbulencia, no solo a nivel de las calles, sino también de los pasillos alfombrados de las altas esferas, por los juegos de lobby de los grupos mercantilistas.

Ciertamente, Evo Morales ha sabido navegar en general a través de las tormentas que se le han atravesado gracias, en buena medida, a sus buenos resultados económicos, pero las cosas parecen estar cambiando con la caída del precio de los minerales y de los hidrocarburos.

Para terminar, no se puede dejar de subrayar esa tendencia, bastante ridícula y, a la vez reveladora de autoritarismo, que tienen el mandatario altiplánico y su régimen, de querer ver, detrás de cada conflicto o, incluso de la mera crítica, una conspiración de la oposición en complicidad con el “Imperio”. Grotesco e inaceptable.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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