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La caída del santo

Publicado: 2016-03-22

La imagen es desoladora. La efigie verde y amarilla de Lula, que se encontraba en lo alto del altar, yace ahora al pie, rota en varios pedazos. Desesperados fieles, tratan de reamarla, y devolverla al lugar que le habían reservado con tanto amor. Al mismo tiempo, niegan lo sucedido ante numerosos otros feligreses y curiosos que se han agolpado a la entrada de la capilla, atraídos por el ruido que generó la caída del pesado objeto de yeso.  

Es particularmente conmovedor el esfuerzo de los miembros de esa cofradía denominada “ALBA” que, si bien constituyen una rama distinta del Culto de la Zurda, pues ellos veneran en particular una imagen de color verde petróleo, de todos modos sienten que lo ocurrido también los afecta seriamente, en particular, en su capacidad de captación de almas, bastante disminuida, por decir lo menos. En realidad, a estas alturas, las almas ya les huyen en tropel, salvo, tal vez, en el Perú. Peor aún, uno de esos “bolivarianos”, como se hacen llamar, un anciano cubano, respetado por representar al barbudo Santo Mayor, parece estar distraído por los juegos de seducción del Diablo del Norte, un ser tan maléfico, que muchos no osan siquiera pronunciar su nombre, prefiriendo designarlo como “El Imperio”. Felizmente, la cofradía cuenta con la ayuda de su fiel monaguillo, un converso de apellido Samper, siempre dispuesto a hacer lo que le pidan. También es apoyada por los fanáticos miembros de esa otra rama, conocida como “religión K”, proveniente de Argentina, y que, por cierto, no puede ser confundida con la iglesia homónima de origen peruano, que pertenece al lado opuesto del universo de los credos.

Otro atareado feligrés es un ex presidente uruguayo, que tiene la particularidad de estar también representado en una efigie en lo alto del altar, pero que no deja de ser muy humano a la hora de defender lo que muchos consideran indefendible.

Lo dramático es que esa desesperada hiperactividad no sirve de mucho. Pocos se dejan convencer por los intentos de negar la caída del santo brasileño. Parece que se cierra definitivamente un capítulo de la historia de las creencias. Es triste y preocupante, porque no es una buena noticia que el descreimiento y el pragmatismo puro crezcan y se conviertan en la regla.


Escrito por

Francisco Belaunde Matossian

Analista político internacional. Profesor en las universidades Científica del Sur y San Ignacio de Loyola


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